Dr. Juan José Catalano

BALZAC, EL GATO

Pocas páginas se han escrito sobre la lealtad gatuna; tal vez haya sido por su aire libertario, remolón, un tanto indiferente y ese mundo secreto que alientan e inspiran; quizás porque sus actitudes escapan a nuestra lógica que todo lo pretende abarcar o por ese despectivo sentido prostibulario que se le dio a su nombre. Más aún en este caso, el de Balzac, el gato de Manuel Mujica Lainez; cuyo sentido de soledad cósmica se hace doloroso para cualquier humano.

 

Manuel Mujica Lainez, llamó a una de sus novelas " Cecil", como a su pequeña perra whippett , que compartió con él toda su vida en los tiempos en que habitó en " El Paraíso"; esa magna casona , llena de habitantes de fantasía, juguetones fantasmas y perdida entre los cerros. Tal vez, el escritor no llegó a vivir la suficiente cantidad de años como para que la felina criatura tuviera alguna obra postrera.

Balzac era un gato oscuro salpicado de pintas marrón claro, destellos áuricos que armonizaban con sus ojos amarillos. Se aquerenció a su dueño y a aquel lugar en aquellos años de vida serrana. El pequeño gato creció saltando y corriendo, tras los pasos de aquel hombre notable. Lo seguía por esos profusos jardines con aires griegos, llenos de declives e historias que desgranaba los atardeceres y dormía en su canasta, a los pies de don Manuel frente a uno de los tantos hogares que poblaban los treinta cuartos de la casona, entre las incontables obras de arte, de todas las épocas, que la poblaban y que aún pueblan el alma del lugar con sus historias. Obras de arte de todo lugar y tiempo, que había comprado Don Manuel usando todo su "arte" de subyugar y convencer; ese otro aspecto donde asomaba su picardía, no desprovista de cierta maldad, y su gesto irónico; hombre de ingenio, al fin, y de criolla viveza disimulada debajo de sus aires aristocráticos. Pasaron algunos años, desde que Don Mujica, crió a ese pequeño gatito oscuro hasta que su salud se fue deteriorando, siempre en compañía de Balzac. Dentro de la enorme casona, Balzac transitaba y jugaba entre las piezas artísticas y arqueológicas que transportaban a Don Manuel y a sus amigos a tiempos remotos. Jugaba con el bastón y los sombreros ingleses de su dueño, curioseando en las magnas tertulias donde participaba "la creme" de la intelectualidad argentina.

Una tarde de 1984 la muerte; la verdadera y definitiva, no la juguetona muerte que poblaba los relatos de Don "Manucho", puso fin a su vida terrena. Desde aquel entonces por alguna razón oscura; tal vez por extrañar a su amo o por seguir oliendo que la muerte, tal vez cómoda entre tantos fantasmas y cuadros de próceres lejanos, seguía habitando el lugar. Balzac no volvió a entrar jamás a esa casa poblada de arte y fantasía donde ya no encontraría a su dueño; se fue a vivir su soledad a cielo abierto, de modo oscuramente animal. se decidió a vagar por los maravillosos jardines de esa casa serrana que tantas tardes, durante años, recorriera tras los pasos, cada vez más lentos, de su amo y se soslazara entre las plantas de los edenes inclinados que se extendían en varias hectáreas de la ladera cerril. Así Balzac siguió vagando, tal vez recordando épocas mejores, durante quince años hasta que murió en aquel vergel que rodeaba la casa de la Cruz Chica. Donde hoy yace bajo una sencilla lápida.

La cumbre-9-1-2004




     

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